Lo vi vendiendo poemas en la calle 14. Sentadito en una sillita, frente a una mesita, escribia usando una maquinilla, papel blanco y tinta negra. Recorde aquellos tiempos cuando yo salia a la calle a vender objetos e imagenes.
No sé quién es ni dónde estárá exactamente, pero el personaje ciertamente es inolvidable aunque no lo haya visto nunca. La calle neoyorquina siempre tiene su encanto y su tragedia.
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