1. Los hoteles tienen espacios que a veces pasan desapercibidos cuando llevas una agenda llena. Nuestros hoteles tenían balcones y terrazas que nunca usábamos cuando viajábamos solos y que se convirtieron en espacios de merendar y jugar.
2. Cada ciudad tiene actividades para peques y no son iguales a las que has experimentado donde vives. Solo piensa que algunas culturas tienen tradiciones centenarias de cuenta-cuentos, teatreros, marionetas, etc.
3. Los espacios al aire libre y con naturaleza te salvaran las tardecitas cuando ya los adultos están cansados pero los niños están llenos de energía. De camino a un restaurante a cenar nos pasábamos por alguna plaza o parque, descubriendo lugares llenos de encanto. Estos lugares también están habitados por gente local y te cambia la perspectiva de viajero.
4. Descubrir productos locales es uno de los encantos de viajar. Investigamos cuales eran los frutos de la estación y así solucionamos las meriendas.
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